El dolor de la ausencia es inmenso, pero agravado por la incertidumbre, por no poder ni siquiera procesar el duelo,



Hay dimensiones del horror que son difíciles de imaginar para quien no las padeció. Pese a ello quisiera compartir una reflexión, que intenta ser política, desde un rincón muy humano, el de intentar aproximarnos a lo que se siente desde realidades muy extremas. Porque cuando se intenta pensar la vida desde la realidad de las demás personas, con piel, huesos, sudor y sangre, es cuando creemos que los razonamientos pueden ir más al nudo de las cuestiones políticas.



El dolor que produce la pérdida de un familiar o ser querido es una de las experiencias más penosas de la vida, que todos los seres humanos alguna vez padecemos. Duele siempre y mucho, independientemente de cualquier contexto y situación, me consta. Pero hay formas de dolor que me cuesta imaginar, que es cuando la pérdida invierte la cronología, cuando en lugar de tener que despedir a un ancestro o un par (pareja, hermano, primo, etc.), se debe despedir a un descendiente. Sinceramente no puedo imaginar el dolor de despedir un hijo o un nieto. Por lo que he visto en personas queridas que lo han debido afrontar, es una experiencia devastadora.  SEGUIR LEYENDO ACÁ.  

Por Gonzalo Perera.    


No hay comentarios:

Publicar un comentario